Kluger (Listo) Hans, el caballo que sabía contar y leer

A comienzos del siglo XX los científicos europeos estaban sorprendidos con Kluger Hans, un caballo fuera de lo común que aparentemente era capaz de contar y de leer y cuyo comportamiento ha dejado para la historia de la sicología el llamado Efecto Kluger Hans.

Por su astucia en el terreno militar el mariscal Gunther von Kluge fue conocido con el sobrenombre de “Kluger Hans” (el Listo Hans), aunque si Hans no era su apellido porqué ese nombre. La respuesta al enigma es un tanto asombrosa, porque se debe a un famoso caballo que sabía leer y contar y que dio origen al llamado “Efecto Kluger Hans” enunciado por el sicólogo y filósofo alemán Carl Stumpf, que defiende que involuntariamente el sujeto de un experimento puede resultar influido en sus respuestas por parte del investigador que lo realiza.

En la primera década del siglo XX las teorías darwinistas habían sometido a estudio la inteligencia animal y en este contexto es donde Wilhelm von Osten, un profesor de matemáticas entusiasta de la frenología y que a su vez era entrenador de caballos, decidió comprobar si los animales pueden resolver operaciones matemáticas, leer y conocer algunos rudimentos de música.

El insólito alumno de von Osten era un caballo llamado Hans que en aquel primer momento todavía no se había ganado el título de “kluger”, aunque terminaría consiguiéndolo. De la mano de su maestro Hans aprendió operaciones aritméticas como sumas, restas, multiplicaciones, divisiones, resolvía fracciones, podía decir la hora, calculaba el calendario, distinguía tonalidades musicales e incluso entendía algunas palabras de alemán. Este caballo lógicamente no podía hablar, pero si respondía a las preguntas orales y escritas golpeando con sus cascos en el suelo.

La fama de von Osten y de su caballo Hans transcendió las fronteras alemanas y hasta el mismísimo The New York Times les dedicó un artículo en 1904 donde el periódico norteamericano calificaba a Hans de “clever” (listo en inglés) otorgándole un nivel de inteligencia similar al de un niño. En los ámbitos científicos von Osten y Hans eran vistos como un fraude lo que no impidió que el gobierno alemán decidiera crear la Comisión Hans, que formada por trece ilustres personalidades tenía el encargo de esclarecer el asunto.

Esta Comisión estaba dirigida por Carl Stumpf, un científico de gran prestigio fundador de la Escuela de Berlín, padre de la generación de sicólogos de la corriente Gestalt y pionero de la llamada sicología experimental. El ayudante de Stumpft era el sicólogo y biólogo evolutivo Oskar Pfungst, que sería finalmente quién desvelara el misterio de Clever Hans.

En 1904 la Comisión Hans finalizó la primera fase de la investigación llegando a la conclusión de que en el animal no se apreciaba ningún tipo de truco, aunque dejaba en Pfungst la responsabilidad de la segunda fase de los exámenes. En ese momento las comprobaciones de la inteligencia de Hans se hicieron sin la presencia de su propietario von Osten, aunque ello no impidió que el caballo acertara un 89% de las respuestas.

Pero Oskar Pfungst se percató en los ensayos de que los mayores porcentajes de acierto se producían en aquellas cuestiones en las que el examinador conocía la respuesta de antemano, desplomándose a un 6% cuando eso no sucedía. No se trataba de un fraude, sino más bien de un caballo muy perspicaz que tenía la capacidad de captar en los examinadores gestos y aptitudes casi imperceptibles que le permitían saber cuál era la respuesta acertada.

Hans no sabía contar, pero a través de las señales corporales que involuntariamente le transmitía su compañero humano era capaz de saber cuándo debía golpear con el casco. Pfungst se dio cuenta de lo que sucedía en realidad y comenzó a realizar las pruebas con los ojos de los examinadores tapados, lo que provocó que el animal sumara error tras error. Evidentemente era un caballo listo e inteligente, aunque no tanto como pudiéramos creer.

Oskar Pfungst no publicó los resultados de la investigación hasta 1907 y no fue hasta cuatro años después, cuando se tradujeron al inglés,  que obtendrían difusión académica bajo el enunciado de Efecto Kluger Hans. Mientras tanto Winhelm von Osten nunca llegó a aceptar las conclusiones de la Comisión Hans y continuó ofreciendo espectáculos itinerantes con su caballo.

Kluger Hans murió en 1909 y hasta que se perdió su rastro en 1916 su cuerpo fue pasando de mano en mano, en concreto el comerciante Karl Krall utilizó el cadáver de Hans y las conclusiones de la Comisión Hans para establecer un laboratorio sicológico en Elberfeld donde trabajó con once caballos, dos burros, un pony y un elefante, unos experimentos que en 1912 quedaron reflejados en el libro “Thinking Animals”.

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