Genitor, el caballo de los pies de hombre

Cuando tomó el poder en Roma el emperador Julio César cruzó el río Rubicón a lomos de Genitor, un caballo extraordinario que debido a una malformación tenía en sus patas tres pezuñas que se asemejaban a los pies de un hombre. Gracias a ese atavismo los sacerdotes auguraron que quién montara a Genitor dominaría el mundo.

Si a lo largo de la historia han existido caballos extraordinarios, uno de ellos es sin duda Genitor.  Del caballo de Julio César se decía que tenía los cascos prácticamente idénticos a las extremedidades de un hombre, con tres pezuñas al final de sus patas que a simple vista se asemejaban bastante a los dedos de un pie, de ahí que la leyenda haya bautizado a Genitor como el caballo de los pies de hombre.

Esta malformación anatómica que en su caso había dado lugar a una pezuña central y a varios dedos más terminados a su vez en pequeñas pezuñas, tiene una explicación científica que entonces se desconocía por completo. Durante su desarrollo embrionario Genitor había sufrido la desactivación del gen inhibidor que en los caballos impide el crecimiento de más dedos aparte del tercero, provocando que aquel animal regalo de Sila recibiera el apodo de “el pezuñas”.

Por esta razón desde su nacimiento los “augures”, los sacerdotes de la Antigua Roma, tomaron esta rareza como un designio de los dioses, profetizando que aquella persona que montase a Genitor dominaría el mundo. Por esta razón Julio César lo consideró desde un primer momento su caballo favorito, prohibiendo que nadie más lo montara y asumiendo de forma personal su cuidado y alimentación.

Y fue el futuro emperador romano el que eligió, en honor de su padre Cayo Julio, el nombre de Genitor para aquel caballo con pies de hombre, un vocablo cuyo significado en latín es “creador”, “padre” o “reproductor”, e incluso hizo levantar una estatua del animal delante del templo de Venus Genetrix para que las divinidades lo protegieran durante las batallas.

Cuando Julio César cruzó el rio Rubicón durante la noche del 12 de enero del año 50 A.d.C. -según el calendario Juliano- para ocupar el vacío de poder en Roma lo hizo a lomos de Genitor, aunque antes el tándem César-Genitor ya había participado en la Guerra de las Galias donde ambos atravesaron ríos caudalosos utilizando odres hinchados a manera de flotadores y realizado etapas agotadoras que ningún otro jinete y caballo del ejército romano, ni siquiera los portadores de mensajes, podían seguir.

Se dice que la habilidad de Julio César montando caballos era extraordinaria. Plutarco cuenta que desde muy niño se entrenaba galopando con las manos cruzadas a la espalda para ejercitar el sentido del equilibrio y que a diario solía caminar a caballo mientras dictaba cartas de forma simultánea a dos de sus escribientes, siendo legendaria su capacidad de resistencia sobre un caballo.

También cuentan otros historiadores que, aconsejado por los sacerdotes, Julio César tenía la costumbre de retirar a Genitor del campo de batalla cuando el combate entraba en una fase peligrosa para la integridad del animal y que por ello en la batalla de Munda el emperador echó pie a tierra para combatir como un legionario más después de poner a salvo a su caballo y que cuando Julio César se encontraba en campaña una “guardia pretoriana” se encargaba de velar por la vida de su caballo.

Pero Genitor no fue el único caballo de Julio César que ha pasado a la historia. Después de la batalla de Farsalia el emperador romano conoció a Cleopatra, que en ese encuentro le regaló una yegua de origen árabe. Fue precisamente con esa yegua, bautizada como Spalis, con la que Julio César realizó en tan sólo diecisiete días el viaje entre Roma y Porcuna (España).

Finalmente, cuentan los historiadores que cuando el emperador Julio César pronunció su famosa frase de “Alea jacta est” (la suerte está echada) durante el paso del Rubicón, lo hizo montado sobre Genitor, un extraordinario caballo que tenía pies de hombre y del que poco más detalles se conocen.

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