Judy, la perrita condecorada que luchó en la II Guerra Mundial

La perrita Judy pasó de ser la mascota de un buque de guerra inglés a ser una heroína condecorada por su papel en la II Guerra Mundial, tras salvar la vida de varios soldados de un campo de prisioneros japonés.

La perrita que acabaría conquistando el corazón de todos los británicos al finalizar la Segunda Guerra Mundial en realidad nació en China. Fue en 1936, como parte de una camada de siete perros que nació en una perrera de Shanghái. Si bien sus raíces sí que pertenecían, en cierta forma, a la corona británica: Judy era un ejemplar de pointer inglés, una raza muy utilizada en las Islas Británicas como perro de caza.

Con sólo tres meses se escapó del centro, y se refugió junto a un tendero de la zona, que la alimentó durante tres meses. Hasta que la encontró un empleado de la perrera, que se la llevó de vuelta tras un altercado de la perrita con unos marineros de la Armada Japonesa. Allí sería adoptada tiempo después por soldados británicos.

Salvó innumerables vidas de soldados británicos, sobrevivió al naufragio de buques de guerra y pasó varios años en campos de concentración como prisionero de guerra oficial. Así que a nadie le puede sorprender que la perrita Judy acabase convirtiéndose en toda una celebridad y en uno de los héroes de la Segunda Guerra Mundial.

Esta pointer se llevaría de calle el corazón de los ingleses cuando en 1945 saltaron a los medios de comunicación sus hazañas durante los años de la contienda bélica. Judy había regresado a Gran Bretaña junto a miles de tropas aliadas, después del Día de la Victoria sobre Japón, que se produjo el 15 de agosto de ese año.

Los inicios de la perrita Judy en la Armada británica

Judy fue adoptada para ser la mascota del buque de guerra HMS Gnat, un cañonero que formaba parte de la flota de defensa británica en el Lejano Oriente. Los buques menudo adoptaban animales como mascotas para ayudar con la seguridad, el control de plagas y para que hiciesen compañía a los marineros de a bordo. En el caso de Judy, pese a ser un pointer, fue imposible amaestrarla como perra de caza. A pesar de múltiples intentos de los soldados durante las estancias en tierra.

judy junto a uno de los prisioneros de guerra
Judy junto a uno de los marineros británicos

Pero su falta de instinto cazador no fue un impedimento para que Judy se convirtiese rápidamente en un miembro valioso de la tripulación. Gracias a ella y a que dio el aviso ladrando, lograron evitar un ataque de piratas asiáticos durante la noche. Y también durante la contienda, era la que daba la alerta antes que nadie cuando se acercaban los aviones japoneses, gracias a su desarrollado sentido del oído.

Unos cuantos años más tarde, Judy se trasladaría al buque de guerra HMS Grasshopper. Una nueva embarcación en la que pasaría sus días hasta que en 1942 el ataque de un avión japonés provocó el naufragio de la misma y del HMS Dragonfly, otro barco británico. La tripulación, y la propia perrita, tendrían que saltar al agua. Desde donde nadaron hasta una pequeña isla desierta situada en el mar del Sur de China.

Fue el instinto de Judy el que salvó a los tripulantes de ambos barcos británicos, pues ésta dio con una fuente de agua dulce que les permitió sobrevivir en la pequeña isla. Leonard Walter Williams, un marinero británico que sirvió a bordo del HMS Grasshopper, narró lo sucedido allí: “Aterrizamos en la isla y, naturalmente, el agua era escasa. Judy se perdió un día y no pudimos encontrarla, así que fuimos a buscarla y encontró un lugar donde cavó un gran agujero y encontró agua fresca para los supervivientes (…) Ella fue una maravillosa salvadora”.

HMS Grasshopper
HMS Grasshopper, antes del ataque japonés

Judy y los supervivientes fueron sacados de la isla y llevados a Sumatra, donde esperaban ser evacuados. Pero llegaron tarde. Los militares japoneses, que tomaron el control de la isla, apresaron entonces a los tripulantes del Grasshopper, incluida Judy. Recabando todos en un campamento de prisioneros al norte de la isla.

Fue allí, en agosto de 1942, cuando Judy se encontró por primera vez con Frank Williams, un destacado aviador de la Real Fuerza Aérea británica, que la acompañaría en sus periplos hasta el final de la contienda. De hecho fue la generosidad del joven aviador la que salvó al animal, ya que compartía con ella su escasísima ración de arroz diaria. Y desde ese momento ella nunca se apartó de su lado.

Durante su estancia en el campamento la perra alertaba a los prisioneros británicos cuando se acercaban los guardias japoneses, evitándoles castigos por actividades no permitidas en el campo. Además también alertaba cuando detectaba serpientes, escorpiones u otras amenazas. Además la perra escapaba de vez en cuando en busca de comida, y les traía ratas y serpientes.

judy y Williams juntos

En junio de 1944, los prisioneros fueron transferidos a otro campo de Singapur a bordo del SS Van Warwyck. Los japoneses no permitían perros a bordo, pero lograron colarla a bordo escondida en un saco de arroz. Cuando barco fue bombardeado por la Armada británica (sin saber que había 700 prisioneros británicos a bordo), Williams tiró a Judy por la borda, sin saber si sobreviviría. Y es que más de 500 soldados fallecieron durante el ataque. Varios supervivientes aseguraron que la perra no sólo salió a flote, si no que además ayudó a otros soldados a sobrevivir acercándoles restos de madera que flotaban en el agua.

Williams y otros supervivientes del ataque fueron de nuevo capturados y llevados a otro campamento de prisioneros de guerra, sin saber si su querida compañera canina había sobrevivido. Pero al llegar a se llevó una grata sorpresa: “No podía creer lo que veía. Cuando entré al campamento, un perro escuálido me golpeó de lleno entre los hombros y me tiró al suelo. Nunca había estado tan contento de verla. ¡Y creo que ella sintió lo mismo!”.

Poco después los trasladaron a Sumatra, donde pasarían todo un año haciendo trabajos forzados en mitad de la jungla, para tender nuevas vías de ferrocarril al servicio de los japoneses. Su único alimento diario era una ración de tapioca que Frank, de nuevo, compartía con Judy. Ella, de nuevo, se hizo valer salvando a los prisioneros de las amenazas de la jungla. Ya que ladraba cuando rondaban animales salvajes como tigres o elefantes.

Frank describió cómo la vida allí cambió a la perrita: “Ya no era un perro manso y obediente, era un animal flaco, que se mantenía viva a través de la astucia y el instinto”. Además siempre destacaría la forma en que el animal se hizo imprescindible él: “Ella me salvó la vida de muchas maneras. Era mi mejor razón para vivir. Todo lo que tenía que hacer era mirarla a esos ojos cansados ​​y enrojecidos y preguntarme qué le sucedería si yo muriera. Así que decidí aguantar, esperando el milagro”.

Otro de los cambios que Williams notó en la perra es que se volvió más agresiva con los guardias japoneses y coreanos. Para evitarle daños la enviaba hacia la jungla a esconderse. Pero en una ocasión los guardias la persiguieron y dispararon contra Judy. Afortunadamente, sólo la rozaron. Y el aviador cubrió la herida con algunas hojas de palma. En otra ocasión los japoneses quisieron de nuevo matarla, culpándola de un brote de piojos en el campamento. Pero la perra se libró de la ejecución desapareciendo durante tres días en la selva. No volvió hasta que se fueron los soldados japoneses.

Tras la rendición japonesa, los soldados del campamento de prisioneros fueron al fin evacuados por las tropas aliadas. Judy, por ser un perro, tuvo que ser de nuevo escondida en un saco para poder sacarla de allí en el buque que los trasladaría a Liverpool.

Así, durante el acto de condecoración, el Vizconde Mayor Tarbat, presidente de la Asociación de Prisioneros de Guerra Británicos Retornados, le hizo entrega de la distinción señalando “por su magnífico coraje y resistencia en los campos de prisioneros japoneses, lo que ayudó a mantener la moral entre los compañeros de prisión y también a salvar muchas vidas a gracias a su inteligencia y la atención”.

Judy LA PERRITA con Frank Williams
Judy y Williams, compañeros inseparables

Una vez de vuelta a casa en Gran Bretaña, Judy fue recibida con adoración nacional tras conocerse en los periódicos sus hazañas. Recibió la Medalla Dickin, conocida como la “Cruz Victoria”(condecoración militar más alta al valor “frente al enemigo” de todas las condecoraciones británicas) de los animales, que es el más alto honor que un animal puede recibir. Reconociendo así la valentía y la devoción mostradas por los animales que sirven en tiempos de conflicto militar.

Al mismo tiempo, Frank Williams fue galardonado con la Cruz Blanca de St. Giles. Juntos, Frank y Judy pasaron el año siguiente al final de la guerra visitando a los familiares de los prisioneros de guerra que no sobrevivieron. Frank dijo que Judy siempre parecía dar una presencia reconfortante.

Judy permanecería con Frank Williams hasta el final de sus días, en febrero de 1950. Fue enterrada en Tanzania, donde Williams se había trasladado a trabajar. Quien además, como último adiós y homenaje a su valerosa compañera de contienda, le construyó un monumento en su tumba, con una gran placa metálica en la que se explican las grandes hazañas del animal y se reconoce su valor e inteligencia, como el más fiel animal que ha servido junto a los soldados ingleses en la II Guerra Mundial.

Tanto es así, y tan célebre es esta pointer entre los británicos que son varios los libros que se han escrito sobre ella y la experiencia que los valerosos soldados pasaron junto a ella. Tanto durante la contienda, como durante los durísimos años que tuvieron que soportar en los campos de prisioneros comandados por los soldados japoneses. Y en los que la inteligencia y valentía del animal les salvarían en numerosas ocasiones de grandes peligros.

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Jorge Monroy Criado

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