Trabant, el coche comunista con carrocería de cartón 

En noviembre de 1957 las autoridades de la RDA dieron el visto bueno a la fabricación del Trabant, un símbolo de la industria comunista que estuvo en producción hasta 1991 y que se caracterizaba, entre otras cosas, por incorporar una carrocería construida en Duraplast, una especie de cartón elaborado a partir de una mezcla de serrín, algodón y resina.

Trabant

A la hora de construir carrocerías los fabricantes de automóviles han tocado todos los palos a lo largo de la historia: madera, acero, aluminio, fibra de carbono… Pero tan sólo los Trabant, símbolos en su época de la movilidad rodada en la República Democrática Alemana (RDA), pudieron presumir orgullosos del título de ser los primeros coches con carrocería de cartón.

Fue esta curiosa circunstancia la que le valió al Trabant el peyorativo sobrenombre de “cartón de carreras”, pero seguramente el concepto de “carrocería de cartón” quizá sea simplificar demasiado las cosas, porque lo cierto es que los ingenieros de VEB Sachsenring Automobilwerke Zwickau sorprendieron al mundo de la automoción con la invención del Duroplast, un material que era capaz de sustituir a la chapa.

El nombre de Trabant -que significa satélite en alemán- resultó elegido por votación popular en homenaje al Sputnik, el primer satélite que la URSS consiguió poner en órbita alrededor de la Tierra en 1957.

Trabant descapotable

El “Trabbi” comunista

Cuando el primer “Trabbi” -nombre con el que fue bautizado el Trabant a nivel popular- vio la luz el 7 de noviembre de 1957, lo hizo con el marchamo de vehículo utilitario de bajo coste, equipamiento muy básico y equipado con una carrocería construida en una mezcla -Duroplast- de algodón, resina y serrín.

En aquel momento el mundo comunista creado tras la Segunda Guerra Mundial alrededor de la URSS carecía de una industria metalúrgica capaz de producir suficientes carrocerías en chapa de acero, así que la solución del “politburó” fue emplear algún producto derivado de la madera, un material del que tenían grandes excedentes.

vista lateral Trabant

El Trabant se diseñó como un utilitario de dos puertas, con capacidad para cuatro plazas y 3.375 mm de longitud, que estaba propulsado por un motor de dos tiempos y 22 CV, de ahí que conceptualmente el “Trabbi” fuera considerado como una motocicleta con carrocería de coche.

Su velocidad máxima era de 100 km/h y el combustible que utilizaba su motor era una mezcla de gasolina y aceite. Desde el interior del vehículo el conductor no podía saber la cantidad de carburante que restaba en el depósito, así que para despejar dudas era necesario levantar el capó, desenroscar el tapón del depósito y mediante una varilla comprobar cuál era el nivel de combustible

Inicialmente, el Trabant estaba pensado como un vehículo de tres ruedas, aunque los políticos de la RDA obligaron a los ingenieros a incluir una cuarta rueda con el objetivo de que su “vehículo estrella” pudiera transmitir una mejor imagen de la industria automotriz comunista. ¿Qué habría pensado el mundo capitalista de un vehículo comunista de tres ruedas?

interior y salpicadero del Trabant comunista

Al otro lado del telón de acero

Entre noviembre de 1957 y abril de 1991 se fabricaron en la RDA un total de 3,1 millones de Trabant, de los que han conseguido sobrevivir unos 50.000 convertidos en clásicos de culto para un gran número de aficionados de Alemania, Polonia, República Checa, Reino Unido e incluso Estados Unidos.

Lo cierto es que, por un precio de unos 10.000 marcos de la RDA, los alemanes del otro lado del telón de acero podían disponer de un modesto “Trabbi”, un automóvil pequeño, incómodo y lento, que con frecuencia hemos podido ver en las muchas películas de espionaje que se rodaron durante la Guerra Fría.

Trabbi, un clásico del telón de acero

Pero en la RDA las cosas no eran tan fáciles como podemos pensar desde una óptica occidental, porque los ciudadanos tenían que esperar unos 13-15 años para conseguir un Trabant de nueva matriculación, de forma que para evitar las esperas eran mucho más caros los “Trabbi” de segunda mano que podían comprarse de inmediato en el mercado negro, dado que este tipo de transacciones estaban prohibidas por las autoridades comunistas.

Por otro lado, la carrocería de Duraplast resistía bien la acción de la lluvia y no mostraba signos de oxidación con el paso del tiempo, pero en caso de colisión este material tenía un comportamiento suicida para los ocupantes, ya que el habitáculo se resquebrajaba sin ofrecer mucha resistencia a los impactos.

Con sus escasas virtudes y sus muchos defectos los Trabant podían llegar a tener una vida útil de aproximadamente 28 años, una capacidad de supervivencia a la que contribuía su fácil y prácticamente inexistente mantenimiento.

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