En muchos casos la relación entre propietarios y mascotas va más allá del vínculo persona-animal, algo que los expertos aconsejan controlar con el fin de evitar la aparición de indeseados desequilibrios. No debemos transformar a nuestras mascotas en “personas”, porque lo que necesitan de nosotros es que les permitamos seguir siendo a nuestro lado los animales que son.
Cada vez más las mascotas están dejando de ser animales para convertirse en un miembro más de la familia o del hogar donde conviven. Para los expertos este cambio de mentalidad es muy positivo desde el punto de vista de su valoración, ya que dejan de ser objetos o simples animales para convertirse en seres sintientes que tienen su propia personalidad, emociones y derechos.
Pero al mismo tiempo también nos advierten de que el bienestar de nuestras mascotas depende en buena medida de que les permitamos comportarse como animales, con el objetivo de que les facilitemos la posibilidad de vivir en nuestros entornos y a nuestro lado con un suficiente equilibrio vital y emocional.
¿Si no son mascotas, qué son…?
Las últimas estadísticas nos muestran que en los hogares españoles hay más mascotas que niños, una situación que se traduce en que en muchas casas la ausencia de niños se ha sustituido con la presencia de mascotas. En estos casos lo que nunca debe hacerse, en opinión de los expertos, es convertir a los animales en personas. La razón de este comportamiento es que sencillamente no lo son.
Por otro lado, en un contexto de vínculos afectivos cada vez más estrechos e intensos con los animales con los que convivimos, el concepto de “mascota” estaría siendo percibido por los expertos y por muchos propietarios como un concepto un tanto trasnochado, que en algunos casos puede llegar a tener una carga ciertamente peyorativa que conviene superar.
Pero de nuevo lo aconsejable para una sana convivencia es permitir que nuestras mascotas (seguiremos utilizando este concepto) ocupen en nuestros hogares el lugar que les corresponde, respetando su esencia de animales y sin pretender convertirlos en sustitutivos de nada y de nadie.
Nos conocemos, nos conocen
En muchos casos nuestras mascotas nos conocen mejor que nosotros a ellas, porque los sentidos de los animales de compañía están más desarrollados que los nuestros y por lo tanto la información que tienen y reciben de nosotros está basada en una lectura multisensorial.
Por otra parte, se dice que las mascotas son capaces de “sentir” nuestra energía corporal y de captar los cambios que puedan producirse en la misma, una circunstancia que seguramente es cierta y que se incrementa con el tiempo de convivencia y el conocimiento mutuos, de ahí que cuando existe un problema de comunicación probablemente seamos nosotros los responsables.
Para los expertos la base de una correcta comunicación es la coherencia. Nuestras mascotas confían en nosotros y mayoritariamente están dispuestas a cumplir con nuestros deseos y órdenes, pero a cambio tenemos que transmitirles los mensajes con un nivel de coherencia que los animales entiendan.
Además, cuando convivimos con una mascota debemos dejar de pensar en “nosotros” y en nuestras necesidades o intereses, para comenzar a pensar en qué necesita nuestra mascota para vivir en un estado de bienestar. Y para ello debemos prestar atención a los mensajes que nos está enviando.
Oler las emociones
¿Las emociones tienen olor? Para los humanos seguramente no, pero está comprobado que nuestras mascotas tienen la capacidad de oler nuestras emociones y ello se debe a una sensibilidad muy desarrollada y a la ayuda que reciben de su olfato.
En este sentido las emociones producen cambios en la bioquímica de nuestros organismos y esos cambios corporales no pasan desapercibidos para las finas pituitarias de nuestras mascotas, que de esta forma consiguen tener un mayor nivel de información sobre nuestro estado de ánimo.
Por último, como sucede con los perros o los gatos, los humanos también somos animales que necesitamos disfrutar de un adecuado nivel de socialización con otros congéneres de nuestra misma especie, de ahí que no sea aconsejable sustituir a personas por animales y viceversa.
No debemos impedir que nuestras mascotas continúen siendo los animales que son y por nuestra parte tampoco debemos hacerles partícipes de unas carencias afectivas a las que no tienen obligación de responder y que no les corresponden. Una convivencia sana pasa por tener unos vínculos sólidos basados en el respeto y en el conocimiento mutuos.
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