Susurradores de caballos: ¿Realidad o superstición?

Las gentes del campo de Gran Bretaña creen en la existencia de los “susurradores”, personas que heredan y desarrollan una habilidad especial para domar caballos. Tanto es así que las reinas Victoria e Isabel II solicitaron la ayuda de “susurradores” para solucionar los problemas de sus caballos.

Robert Reford en El hombre que susurraba a los caballos

En la película de 1998 “El Hombre que Susurraba a los Caballos”, cuyo guion está basado en la novela “Horse Whisperer” escrita por Nichola Evans tres años antes, su protagonista Robert Redford interpreta el papel de Tom Booker, un famoso “susurrador de caballos” convertido en la última esperanza de una madre -Kristin Scott Thomas- que viaja hasta Montana desde Nueva York para intentar sacar a su hija -una jovencísima Scarlett Johansson- y a su caballo Pilgrim del desbarajuste mental que les ha quedado tras sufrir un grave accidente.

Tras ver el film al espectador siempre le queda una duda sin resolver: ¿Existen realmente los susurradores de caballos o se trata de una simple superstición? Intentaremos aquí responder a esta pregunta. En 1842 el viajero y escritor inglés George Borrow habla en su libro “La Biblia en España” de una exitosa experiencia personal de doma tras susurrar palabras al oído de un potro salvaje, quizá porque el propio Borrow estaba familiarizado con la antigua tradición “susurradora” muy extendida por el Reino Unido y más tarde por las dos Américas y también entre los gitanos europeos.

Para las gentes que habitan en los entornos rurales de Gran Bretaña los “susurradores” existen. Se trata de personas que han heredado y desarrollado unas habilidades especiales a la hora de domar caballos, un “talento” por el cual muchos fueron juzgados en tiempos pasados bajo la acusación de brujería e incluso condenados a morir en la hoguera.

Chica junto a un caballo

En el condado de Cambridge, por ejemplo, la historia cuenta que los “susurradores” constituían un grupo social muy poderoso. Su frase secreta era “Te ordeno de este modo”, que pronunciada al oído de un potro indomable provocaba que el animal quedara inmediatamente bajo el poder del “susurrador”.

En el condado escocés de Huntly, cerca de Aberdeen, los “susurradores” llegaron a formar una especie de sindicato llamado Society of the Horseman´s World, que en realidad era una sociedad secreta conocida como Sociedad de la Palabra del Jinete, de la que también formaban parte herreros y cualquier otra persona que tuviera que ver con los caballos.

Esta Sociedad de la Palabra del Jinete, acusada de pertenecer a la masonería, alcanzó su apogeo en la década de 1870 y se mantuvo hasta finales de la Segunda Guerra Mundial. Se cuenta que sus miembros aprendían a controlar a los caballos utilizando palabras secretas y que además se ayudaban de sustancias olorosas especiales que podían ser agradables o malolientes dependiendo del objetivo que se pretendiera conseguir con el animal.

Al modo masón en los rituales de iniciación se utilizaban elementos esotéricos como la lectura al revés de pasajes bíblicos y se enseñaban juramentos, contraseñas y distintas formas de apretar la mano durante los saludos con el fin de transmitir mensajes de forma secreta. Finalmente a los recién llegados se les comunicaba la “Palabra”, un misterio que a día de hoy todavía no ha sido desvelado y que les permitía tomar el control sobre los caballos.

Susurrador de caballos

La novela que sirvió de base a la película “El Hombre que Susurraba a los Caballos” está basada en la figura de John Solomon Rarey, un hombre que con tan sólo doce años había domado a su primer caballo. En 1858 John Solomon viajó a Europa, concretamente al Reino Unido, llamado por la mismísima Reina Victoria, que tenía en el Castillo de Windsor un caballo imposible de calmar y de montar.

En la actualidad el calificativo de “susurradores de caballos”, como es el caso del argentino instalado en España Fernando Noailles, se otorga a aquellas personas que son expertas en las técnicas de la doma natural, aunque quizá uno de los más famosos “susurradores” haya sido Monty Roberts, que en tan sólo tres días consiguió que un mustang salvaje aceptara montura, brida y jinete.

El primer día separó al caballo de su manada y lo siguió al galope durante muchas horas y a partir de aquí consiguió hacerse con su voluntad y ganar la apuesta. La hazaña fue de tal magnitud y ocupó tantas páginas en los periódicos de la época que como John Solomon también viajó hasta el Palacio de Buckingham, aunque esta vez llamado por la Reina Isabel II.

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Un comentario

  1. Yo dome mi yegua sombrita desde que nacio. Un animal extraordinario.Llore su venta.

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