El caballo siempre ha estado asociado a la grandeza y por ello las estatuas ecuestres, donde los caballos son también protagonistas, tienen más de 2.000 años de antigüedad. Ya en la Antigua Roma los más poderosos personajes del imperio eran representados a caballo, una moda clásica que siglos después hicieron suya reyes, conquistadores y padres de la patria.
Reyes, generales, héroes, conquistadores o personajes de ficción como Don Quijote, tienen en común más de lo que inicialmente podemos pensar. Muchos de ellos comparten estatuas ecuestres en su honor donde aparecen montados a caballo.
Montar a caballo siempre ha tenido mucho de grandeza y seguramente por esta razón las esculturas de personas a caballo tienen unos 2.000 años de antigüedad. En la Antigua Roma los “Equus” eran estatuas ecuestres que conmemoraban los grandes logros de algunos de los más importantes líderes militares y hombres de estado.
Estas muestras de este arte fueron abundantes, pero lamentablemente el bronce acabaría siendo empleado para fundir nuevas estatuas y monedas provocando que tan sólo haya sobrevivido la estatua ecuestre de Marco Aurelio, confundida en su día con la del emperador Cristiano Constantino el Grande y preservada en el Campidoglio de Roma bajo protección cristiana.
El caballo protagonista
Fue durante el Renacimiento y con el renacer de la cultura clásica cuando surge una vertiente escultórica que muestra gran interés por la escultura ecuestre. En esta época aparecen importantes ejemplos como el Condotiero Erasmo de Narni, esculpido por Donatello entre 1447 y 1453, y el Colleoni de Verrocchio, fundido por Alessandro Leopardi en 1488.
En nuestro país no podían faltar los ejemplos de arte ecuestre ensalzando las figuras de reyes y conquistadores, como son los casos de las estatuas madrileñas dedicadas a los reyes Felipe III (Plaza Mayor) y Carlos III (Puerta del Sol) y al conquistador Francisco Pizarro en la Plaza Mayor de la localidad cacereña de Trujillo.
Por otro lado, esta vertiente artística supuso una inspiración para los artistas norteamericanos durante la época de la revolución americana, que entre otros inmortalizaron a George Washington.
En este sentido fue Clark Mills uno de los primeros escultores que acometió los desafíos de moldear un jinete con el caballo alzado, ya que conseguir el equilibrio en una pieza de este estilo es muy difícil.
Por otro lado, el escultor Cyrus Edwin Dallin alcanzó tal maestría y dedicación con este tipo de esculturas, que dedicó varias de ellas a los indios americanos alguna tan espectacular como su “Apelación al Gran Espíritu”.
El automóvil contra el caballo
Tras la Primera Guerra Mundial el éxito del automóvil provocó un descenso en la creación de esculturas ecuestres, aunque existen notables excepciones como la escultura de bronce dedicada a Theodore Roosevelt ubicada actualmente en el Museo Americano de Historia Natural.
Por otra parte, la Revolución Industrial y el auge de la automoción alejaron la perspectiva heroica que aportaban las esculturas ecuestres, provocando el declive de este arte. Además, el declive del caballo como arma de uso militar distanció aún más a los escultores de estos bellos animales.
Pero el arte ecuestre volvió a resurgir en Norteamérica al final de la década de los 70 y comienzos de los 80, sobre todo en el suroeste de los Estados Unidos y en homenaje a algunos de los héroesque participaron en la Guerra de Secesión y a la figura del vaquero como emblema del país.
¿Son ciertos los secretos de las esculturas ecuestres?
Finalmente, existe la falsa creencia de que observando atentamente una escultura ecuestre podemos deducir cierta información atendiendo a la postura del caballo. Por ejemplo, si la montura tiene las cuatro patas apoyadas significa que la muerte del jinete no tuvo relación con una acción militar.
Por otra parte, si el caballo mantiene una de las patas delanteras en el aire significa que su jinete murió por heridas de guerra, mientras que una escultura donde el caballo aparece con las dos patas delanteras elevadas significa que su jinete murió en combate.
Lo cierto es que esta creencia popular no se corresponde con la realidad, ya que son abundantes los ejemplos de esculturas de reyes y personajes que murieron de forma tranquila en su lecho y que fueron representados por los escultores a lomos de un caballo rampante como muestra de gloria y grandeza.
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