Los expertos aconsejan que en situaciones de altas temperaturas suspendamos cualquier actividad al aire libre, un consejo que también podemos hacer extensivo a los caballos. Una de las consecuencias de montar o entrenar con excesivo calor tiene que ver con un incremento de la frecuencia cardiaca, una circunstancia que es conveniente evitar.
Está demostrado que el calor es uno de los factores externos que influyen de forma directa en la frecuencia cardiaca de los caballos, razón por la cuál en verano es fundamental que el trabajo a pie o montado se realice en los rangos horarios donde las temperaturas sean más benignas y midiendo muy bien la intensidad y el tiempo de los ejercicios para evitar esfuerzos innecesarios.
El ritmo cardiaco depende básicamente del sistema nervioso, tanto parasimpático como simpático, y del sistema endocrino y puede verse afectado de forma más o menos importante por algunos factores exógenos, como pueden ser la temperatura, altitud, grado de humedad, etc.
Cuando sometemos a nuestro caballo a cualquier ejercicio su organismo sufre una serie de fenómenos de adaptación fisiológica durante el proceso de transición desde el estado de reposo y que lógicamente van en aumento en función de cuál sea la intensidad de los movimientos. De esta forma los sistemas cardiovascular y respiratorio van adaptando paulatinamente su funcionamiento y prestaciones de acuerdo con el nivel de exigencia física.
La importancia del ritmo cardiaco
La temperatura corporal de un caballo oscila entre 37,5 y 38ºC, de esta forma durante el ejercicio y con una temperatura exterior alta el organismo del animal desencadenará de forma natural un incremento de la frecuencia cardiaca y al mismo tiempo pondrá en marcha los mecanismos naturales de intercambio de calor (sudoración y evaporación), todo ello con el objetivo de mantener inalterables los 37,5-38ºC.
Esta circunstancia explica por qué frente a una situación de calor, incluso estando el animal en reposo, la frecuencia cardiaca de un caballo puede aumentar entre 10-15 latidos/minuto. Gracias a esta respuesta el organismo provoca un incremento del flujo sanguíneo a través de la piel, lo que denominamos vasodilatación cutánea, con lo que el animal consigue evacuar calor sobrante y reducir la carga térmica que soporta.
Para conseguir irrigar de forma óptima dichas zonas de intercambio cutáneo, al corazón no le queda otra solución que bombear un mayor volumen de sangre con el fin de elevar el flujo en circulación.
Calor y entrenamiento
Si la salud y el bienestar de nuestro caballo nos parecen dos cuestiones no negociables, los expertos aconsejan que con temperaturas por encima de 35ºC evaluemos la posibilidad de suspender cualquier tipo de ejercicio y entrenamiento al aire libre. Hay que tener en cuenta, además, que una insolación podría derivar en un golpe de calor que puede tener graves consecuencias.
Por otro lado, determinados caballos muestran una cierta dificultad para recuperar su frecuencia cardiaca normal o también puede que padezcan algún tipo de cardiopatía oculta que podría verse agravada con la combinación de ejercicio y altas temperaturas.
En situación de reposo la frecuencia cardiaca de un caballo puede oscilar entre 28 y 48 pulsaciones/minuto y para medirla podemos “tomar el pulso” en la arteria lingual, que se encuentra situada en la parte inferior de la mandíbula.
Utilizando tan sólo dos dedos (nunca el pulgar) mediremos la frecuencia cardiaca durante un periodo de tiempo de 15 segundos y luego multiplicaremos el resultado por cuatro para determinar el número de pulsaciones por minuto.
Cuidado con la humedad excesiva
En áreas geográficas donde al calor se suman altos índices de humedad los jinetes deben ser especialmente precavidos, puesto que en estas circunstancias la capacidad del cuerpo para enfriarse por evaporación queda limitada.
En este escenario doble el organismo sufre una situación extrema de estrés térmico que provocará un aumento extra de la frecuencia cardiaca, junto al hecho de que una excesiva sudoración puede facilitar una deshidratación acelerada, lo que se traduce en una mala combinación desde el punto de vista de la salud del animal.
Por lo tanto la conclusión es que en verano, tanto en climas secos como húmedos, las horas centrales del día no deben ser utilizadas para llevar a cabo ejercicios al aire libre, una precaución que deberemos acentuar siempre que existan niveles altos de humedad y temperatura.
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