Nuno Oliveira fue uno de los grandes maestros de la equitación del pasado siglo, un jinete que entendía la equitación como un arte. Con un entendimiento del mundo del caballo sin igual y con grandes dotes para la enseñanza, además de su legado ecuestre escribió hasta doce obras teóricas y prácticas que han servido para que jinetes de todo el mundo puedan disfrutar de la equitación siguiendo los principios de suavidad, libertad, belleza y armonía.
Pocos son los amantes del mundo del caballo que no conocen el nombre de Nuno Oliveira, el gran maestro del arte ecuestre. Este jinete portugués está considerado una de las figuras más importantes en la historia reciente de la equitación y uno de los últimos jinetes en entender la misma como un arte y no como un deporte.
Gran apasionado de los caballos Nuno Oliveira fue jinete, entrenador e instructor de equitación, dejando de lado una competición que según sus palabras “no le permitía expresarse”. Sus cualidades venían de una gran disciplina en el trabajo, pero también de una capacidad de comprensión y de una intuición muy especial que le hicieron famoso en todo el mundo.
Llegó a publicar doce obras teóricas y prácticas sobre el arte ecuestre y su talento como pedagogo permitió que cientos de jinetes aprendieran de él, creando la llamada corriente académica del “oliveirismo” que ha dejado un legado que perdura en nuestros días.
La biografía de un maestro
Nacido el 23 de junio de 1925 en el seno de una familia acomodada y religiosa fue su padre quién le inculcó el amor por la cultura y su pasión por la ópera. Nuno Oliveira fue un gran admirador de Beethoven y de Verdi, tanto que se decía que sus caballos se movían al ritmo de la música.
Se inició en la equitación siendo un niño de la mano de su primo Joaquim Gonçalves de Miranda, jinete profesional de la Real Escuela Portuguesa de Arte Ecuestre, y buena parte de sus conocimientos sobre equitación clásica se los debía a Manuel de Barros, un criador de caballos que le permitió acceder a su biblioteca particular.
Después de trabajar con los caballos de los comerciantes y gente adinerada de la zona, Nuno Oliveira trabajó en Lisboa en el Coliseu dos Recreios realizando espectáculos ecuestres y con tan sólo 23 años ya fue reconocido como maestro y experto ecuestre nacional.
Con apenas 35 años comenzó a regentar unas modestas instalaciones en Odivelas donde además de entrenar a sus propios caballos reeducaba ejemplares que mostraban problemas a la hora de practicar disciplinas como el salto o la tauromaquia.
En esa época tenía como clientes a los embajadores de Francia y Suiza, pero gracias al redactor jefe de la revista L’Eperon fue como le conocieron fuera de las fronteras de su país. Sus primeras lecciones fueron en Bélgica, después viajó por todo el mundo y fueron cientos los alumnos que pasaron por su escuela en Aveçada.
Nuno Oliveira falleció el 2 de febrero de 1989 en la habitación de un hotel de Perth (Australia) escuchando a Verdi. A pesar de la fama internacional su hijo Joao se vió obligado a vender alguno de sus caballos para pagar la repatriación de su cuerpo a Portugal.
El legado oliveirista
El mayor legado de Nuno Oliveira son sus miles de seguidores, algunos de los cuales tuvieron la suerte y el privilegio de participar en los cursos ecuestres que impartió en países como Estados Unidos, Francia, Suiza. Filipinas o Perú.
Nuno Oliveira es el creador del “oliveirismo”, una corriente que entiende la equitación como un arte. Con una gran sensibilidad artística siempre mostró una gran empatía hacia los caballos y hacia aquellos que mostraban interés en buscar la espiritualidad de la equitación, algo que él entendía como imprescindible a la hora de practicarla.
Por otro lado, fue muy crítico con los jinetes de competición, en su opinión robotizados y mecanizados hasta el punto de olvidar la sensibilidad y psicología necesaria en cualquier arte.
Con un gran conocimiento teórico se mostraba paciente y estimulante con sus alumnos y siempre se mostró generoso con los jinetes de clases económicas bajas, permitiéndoles acceder a sus clases de forma gratuíta e incluso regalándoles algunos de sus caballos cuando consideraba que habían creado un vínculo con su jinete.
Sus principios en la equitación fueron siempre suavidad, libertad, belleza y armonía. Defendió hasta el final la necesidad de que el caballo se moviese con las riendas libres para lograr el éxito, mostrando siempre respeto y amabilidad hacia el caballo.
Su autodisciplina, experiencia, conocimientos y su habilidad para leer a los caballos, fueron las bases de su fama mundial.
Uno de sus principales legados, junto con sus obras escritas, fue el fomento de la raza Pura Sangre Lusitana. Gracias a la figura de Nuno Oliveira fueron muchos los jinetes que decidieron buscar caballos ibéricos para diferentes disciplinas, apreciado la elegancia, la belleza de sus movimientos y su carácter noble.
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