El cambio climático está provocando que la fama de las “pastillas sol” esté creciendo rápidamente. Estos fotoprotectores en cápsulas se administran por vía oral y son un interesante complemento a las cremas y lociones antisolares que todos utilizamos habitualmente, aunque en su favor hay que decir que aportan una protección más completa y duradera.

En esta primavera veraniega los protectores solares administrados de forma oral mediante cápsulas, también conocidos por “pastillas sol”, se están popularizando, aunque los dermatólogos advierten de que una protección solar adecuada debe incluir siempre las cremas y lociones fotoprotectoras y en su caso utilizar las cápsulas y otros nutricosméticos como complemento de las mismas.
Las cápsulas de protección solar son básicamente complementos alimenticios elaborados a base de componentes vegetales, como betacarotenos, vitaminas, minerales, activos hidratantes y extractos naturales, que bien dosificados contribuyen a preparar nuestra piel y protegerla de la radiación solar en cualquier época del año, porque nunca debemos olvidar que en invierno o en los días nublados la exposición solar también es perjudicial para la salud de nuestra piel.
Estos productos están formulados para neutralizar buena parte de los rayos ultravioleta que impactan en nuestra epidermis, al tiempo que sus propiedades antioxidantes y el hecho de fomentar la producción de colágeno y de elastina, sirven para mantener una piel sana e hidratada, reducir arrugas, unificar el bronceado y prevenir y reparar los daños que la luz solar puede causar sobre nuestra piel.
Dos mejor que uno
A pesar de que nos pongamos cremas antisolares de alta protección es fácil que un alto porcentaje de la radiación acabe llegando a nuestra piel, de forma que a estos filtros de uso tópico es conveniente añadir las cápsulas que ayudan a mejorar la protección de nuestro sistema cutáneo. ¿Por qué?
En muchas ocasiones hay que tener en cuenta que algunas zonas de nuestro cuerpo (nuca, orejas, empeines, etc) pueden quedar sin protección, en otras no aplicamos la cantidad suficiente de crema antisolar o el sudor y el agua terminan por minimizar la capa protectora y, finalmente, cuando estamos expuestos no solemos respetar los tiempos máximos (dos horas) para proceder a reaplicar los protectores, de forma que nuestra piel queda en muchos casos en una situación de peligrosa indefensión.

Lo que conseguimos con las cápsulas es una protección más continua, completa y duradera en cualquier situación, evitando con ello los procesos inflamatorios provocados por la acción de los radicales libres, manchas solares, quemaduras, envejecimiento prematuro, etc.
En concreto los fotoprotectores orales contribuyen, entre otras cosas, a que la radiación ultravioleta no nos cause daño en el ADN de las células cutáneas, reduciendo los riesgos de que la luz visible pueda causar la aparición de manchas.
¿Debería tomar protectores orales o “pastillas sol”?
Todas las personas pueden beneficiarse de los protectores orales, pero en particular aquellas personas con pieles atópicas o que sufren alguna patología dermatológica como rosácea, melasma, vitíligo, psoriasis, acné, etc. En estos casos estos protectores les aportan una protección continua en cualquier periodo.

Estas cápsulas se deben tomar media hora antes de exponer la piel a la radiación solar, y los efectos pueden incrementarse cuando el tratamiento se realiza con al menos 15 días de antelación, ya que con ello la piel se encontrará en mejores condiciones para soportar la exposición solar. El tratamiento finalizará 15 días después de que hayamos estado expuestos a los rayos del sol.
En el caso de niños no se aconseja la ingesta de estas cápsulas en edades inferiores a los cuatro años y por encima de esta edad siempre con supervisión médica y con el complemento de las cremas solares.
La acción del betacaroteno
Todas las “pastillas sol” incluyen en sus fórmulas ingredientes como el betacaroteno, un pigmento natural que da color a muchas frutas (sandía, ciruela o naranjas) y verduras (principalmente zanahorias, tomates y espinacas) y que nuestro hígado se encarga de procesar transformándolo en la beneficiosa vitamina A.

Esta vitamina A actúa posteriormente como un potente antioxidante, consiguiendo protegernos de los malvados radicales libres. Es precisamente el betacaroteno la sustancia esencial que se encarga de que nuestro organismo esté preparado para soportar mejor la radiación solar y es el betacaroteno el responsable del bronceado de la piel.

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