Los caballos que salvaron a niños de la difteria, el ángel estrangulador

Durante el siglo XIX y comienzos del XX la difteria mató a miles de niños en Europa y Estados Unidos. Contra esta grave patología, bautizada como el “ángel estrangulador” y que se contagia a través de las vías respiratorias, lucharon médicos como Emil von Bering y Hermann Biggs, que gracias a los caballos desarrollaron sueros capaces de neutralizar las toxinas de la difteria.

En 1890 el equipo del médico alemán Emil von Bering, Premio Nobel de Medicina en 1901, descubrió la antitoxina contra la difteria. Esta “vacuna” no acababa con la bacteria que origina esta infección, pero servía para neutralizar las toxinas que esta bacteria produce y que son la causa de su potencial gravedad

La difteria es una enfermedad infecciosa causada por una bacteria que se transmite como tantas otras patologías -el Covid por ejemplo- por vía respiratoria, a través de las gotas microscópicas que emitimos al hablar, toser o estornudar.

Durante el siglo XIX y primeras décadas del XX las epidemias de difteria produjeron en todo el mundo una elevada mortalidad en niños, principalmente entre 5 y 6 años, dado que esta enfermedad cierra las vías respiratorias con una masa de tejido muerto. De ahí que recibiera el macabro nombre del “ángel estrangulador”.

El trabajo de von Bering

Fue en el laboratorio de Robert Koch donde Emil von Bering comenzó a trabajar en la idea de que la solución a la difteria era la neutralización de las toxinas bacterianas, que como sucedía en el caso de la difteria y el tétanos eran la causa de muerte en muchos de los pacientes contagiados.

En 1888 el Instituto Pasteur de París conseguía aislar la toxina del patógeno que produce la difteria y a partir de ese momento en 1892 se logró obtener los primeros sueros de anticuerpos capaces de actuar contra la difteria.

Aquellos primeros sueros se obtuvieron de cobayas, conejos, ovejas y cabras, animales que por su tamaño tenían una escasa capacidad para producir las cantidades de anticuerpos que eran necesarias en Europa y Estados Unidos.

Los caballos protagonistas

Pero en esta historia de la Medicina hubo otros protagonistas necesarios e imprescindibles: los caballos. En muchos casos las antitoxinas producidas en estos animales fue y continúa siendo a día de hoy -a pesar de los actuales antibióticos- el tratamiento estándar contra la difteria.

Durante el verano de 1894 el Jefe del Departamento de Salud de Nueva York, Hermann Biggs, realizó un viaje por Europa para conocer de primera mano el alcance de los avances médicos de Emil von Bering, comprobando que su colega alemán utilizaba caballos, animales resistentes a las toxinas diftéricas, con el objetivo de obtener la mayor cantidad posible de sueros con anticuerpos contra la difteria.

A su vuelta a Estados Unidos el doctor Biggs chocó con la burocracia norteamericana, que exigía un año para conseguir presupuesto para la compra de caballos. Frente a la lentitud administrativa Biggs decidió comprar a Jim con dinero propio, un caballo que se encargaba de tirar de un carro de leche.

Antes de concluir 1894 Jim recibió la toxina de la difteria y con ello Hermann Biggs consiguió las primeras dosis de anticuerpos, que comenzaron a suministrarse a pacientes a partir del 1 de enero de 1895. En los siguientes cinco años los sueros extraídos a Jim sirvieron para reducir la mortalidad infantil en más de un 50%.

Los animales milagro

Debido al éxito de estos sueros el Departamento de Salud de Nueva York construyó en Otisville una granja para caballos y un sanatorio anexo para el tratamiento de la difteria, de forma que los caballos se convirtieron en los “animales milagro”.

Retrato de Fritz Gehrke "Obtención de suero diftérico a partir de sangre de caballo en la fábrica de Behring en Marburg" (1905)
Pintura de Fritz Gehrke “Obtención de suero diftérico a partir de sangre de caballo en la fábrica de Behring en Marburg” (1905).

Lamentablemente la historia de Jim, el caballo lechero que salvó a muchos niños norteamericanos del “ángel estrangulador”, terminaría en octubre de 1901 cuando tuvo que ser sacrificado tras contraer el tétanos, una enfermedad que hacía inservibles los sueros extraídos.

A raíz de este episodio en 1902 se aprobó en Estados Unidos la Ley de Control de Productos Biológicos, que entre otras cosas establecía la necesaria supervisión de todas las vacunas.

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