Los caballos salvajes del desierto africano del Namib

No se sabe con certeza cuál es su origen pero lo cierto es que en el desierto del Namib habitan los únicos caballos salvajes que existen en África. Se trata de una raza autóctona de equinos con aproximadamente 150 ejemplares acostumbrados al durísimo clima desértico y que, convertidos en atracción turística, sobreviven en las llanuras de Garub.

En lengua “nama” Namib signifique “enorme”. Con una longitud de 2.000 kilómetros, una anchura que oscila entre los 80 y 200 kilómetros y una superficie total de aproximadamente 81.000 km2, el desierto del Namib se extiende a todo lo largo de la costa atlántica de Namibia, país africano al que da nombre, limitando al sur con el río Orange, fronterizo con Sudáfrica, y al norte con el río Kunene, frontera natural con Angola y en otro tiempo área de frecuentes combates entre el ejército sudafricano y la guerrilla del Swapo.

El Namib está considerado como el desierto más viejo del mundo, se tiene constancia de su existencia durante la era Terciaria hace unos 65 millones de años, y en 2013 la Unesco otorgó al Namib el título de Patrimonio de la Humanidad. Es en su franja oriental, concretamente en las llanuras de Garub, donde desde hace décadas habitan los únicos caballos salvajes que existen en África.

Se trata de una tierra estéril con un clima seco y caliente que hace que la vegetación y el agua sean bienes escasos, un lugar inhóspito que sorprendentemente se ha convertido en el hogar de una raza autóctona de caballos cuya población, después de distintos avatares, los expertos cifran en unos 150 animales.

La alzada de un caballo del Namib oscila entre 150-160 mm, algo inferior a la de un caballo europeo, con un cuerpo musculado y muy resistente y un pelaje que puede ser castaño rojizo o avellana. Su carácter es pacífico y gusta del contacto con los humanos, lo que no ha evitado su captura durante los años noventa y en algunos momentos su caza como “especie invasora”.

Existen muchas teorías sobre el origen de estos caballos y de cómo llegaron a este lugar. Unos afirman que estos equinos son descendientes de los caballos que las tropas alemanas trajeron a esta parte de África durante la Primera Guerra Mundial. Algunos de estos caballos podrían haber escapado o incluso haber sido liberados una vez que las tropas abandonaron la zona en 1915.

Otra teoría asegura que su origen estuvo en el naufragio de un barco que transportaba caballos europeos a Australia, aunque cuesta creer que si viajaban en las bodegas algún caballo se hubiera salvado de morir ahogado. Y hay una tercera teoría que habla del barón y capitán Hans-Heinrich von Wolf, el antiguo propietario del castillo de Duwisib y muerto en la batalla del Somme. Tras abandonar él y su esposa sus propiedades los caballos se habrían asilvestrado sobreviviendo en un entorno hostil.

Un factor que seguramente contribuyó a que estos caballos pudieran salir adelante fue el descubrimiento en 1908 de diamantes alrededor de Kolmanskop, lo que provocó que se “cerrase” la región creando un área restringida de 3.500 km2 conocida como Sperrgebiet y en cuyos límites quedaron englobadas a las llanuras de Garub. Esta política fue la que mantuvo a los cazadores alejados de los caballos.

Sea como fuere lo cierto es que con el paso del tiempo los caballos del Namib se congregaron en las llanuras de Garub en torno a un pozo construido para abastecer de agua a las locomotoras de vapor que utilizaban los trenes de las empresas mineras y dado que en el desierto apenas tenían enemigos naturales, salvo las duras condiciones climatológicas, su población fue incrementándose.

Durante las siguientes décadas, y a través de un proceso de selección natural, los caballos fueron evolucionando hasta convertirse en una raza con rasgos y características propias, desarrollando una gran resistencia a la sequía y al calor. Durante el verano en el desierto del Namib es fácil alcanzar los 40ºC, pero los caballos que viven aquí pueden aguantar hasta 30 horas sin beber gracias a que  sus niveles de orina están por debajo de lo normal.

En 1977 cuando las empresas mineras decidieron reemplazar sus máquinas de vapor por locomotoras diésel el bombeo de agua se detuvo y muchos caballos murieron entonces de deshidratación, hasta que un empleado solicitó que se instalasen abrevaderos aún hoy están en funcionamiento y que son básicos para su supervivencia.

Los caballos del Namib, como el resto de sus congéneres que habitan en otras latitudes, comen hierba y cualquier especie vegetal de las que crecen en el desierto, complementando su escasa dieta con la ingesta de sus propios excrementos, que contienen tres veces más de grasa que la hierba seca y casi el doble de proteínas.

En el desierto del Namib las lluvias son escasas, pero cuando suceden todas las plantas aprovechan ese momento para surgir de las semillas y florecer. Son cortos momentos de abundancia durante los cuales los caballos aprovechan para alimentarse de día y de noche, permaneciendo en las proximidades de las pozas de agua con el fin de acumular reservas de líquido.

A pesar de vivir en un entorno desértico los caballos del Namib presentan muy buenas condiciones físicas y por ello una vez desechado su exterminio durante la década de los ochenta, se han convertido actualmente en objeto de interés turístico y en protagonistas de numerosos estudios que pretenden analizar las dinámicas de comportamiento de estos animales y su habilidad para poder sobrevivir en las condiciones extremas que sufren en el desierto.

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