Desde un punto de vista músculo-esquelético los caballos no son animales diseñados para la monta, sobre todo porque su zona dorsal es una de las áreas más vulnerables de su anatomía. Si no se detectan a tiempo las lesiones dorsales pueden convertirse en un problema recurrente, que de no solucionarse reducirá el rendimiento físico y afectará negativamente al bienestar de nuestro caballo.

Cómo sucedía con sus ancestros cuando viven en estado salvaje o de semilibertad los caballos pasan la mayor parte de su tiempo pastando libremente. Su transformación en animales de monta y trabajo se produce con el proceso de domesticación, momento a partir del cual los caballos comienzan a ser sometidos a esfuerzos físicos para los que su estructura ósea no se encuentra suficientemente preparada.
En el caso de la monta la zona del dorso sobre la que se asienta el jinete y soporta su peso es la que más sufre y por lo tanto la más propensa a presentar problemas que debemos detectar con rapidez para evitar que adquieran gravedad, sobre todo en ejemplares con un mayor grado de fragilidad o sensibilización en esta zona.
Por otro lado, los caballos más nerviosos son los más propensos a sufrir este tipo de dolencias, pero no por ello los animales más tranquilos pueden considerarse a salvo. Lo que sí sucede en todos los casos es que los caballos con problemas de dorso tienden a sufrir cambios progresivos en su comportamiento.
Además, es muy importante saber que algunas lesiones cervicales y dorsales pueden venir originados por problemas dentales, que a su vez provocan cabeceos excesivos y una mala disposición de las vértebras cervicales.

El dorso es el epicentro del caballo
Para un caballo el dorso es el epicentro de todos sus movimientos. Recorrida por la columna vertebral, encargada de dar soporte y de proteger la médula espinal, en esta compleja zona anatómica se dan cita estructuras óseas y un gran número de nervios, músculos, tendones, ligamentos y cartílagos.
Todos los movimientos que realizan los caballos tienen su origen en las redes nerviosas que conforman la médula espinal, lo que explica que cualquier trastorno o patología en la estructura dorsal pueda llegar a producir efectos múltiples y que cualquier presencia de dolor en esta zona se traduzca en una limitación de movimientos y en una inhibición del animal hacia las tareas que venía realizando habitualmente.
Por esta razón es en el trabajo diario donde podemos y debemos intervenir de forma preventiva. Los expertos aconsejan que antes de la monta procedamos a un proceso de calentamiento que entre otros incluirá la realización de ejercicios a la cuerda.
Finalmente, dada la fragilidad del dorso los caballos no deben ser montados antes de los 2-3 años y tras comprobar que la zona dorsal se encuentra suficientemente desarrollada.

Cómo detectar las lesiones dorsales
Las lesiones dorsales suelen ser difíciles de detectar y en muchas ocasiones tan sólo se manifiestan a través de una inexplicable y continuada pérdida de rendimiento, una reducción que será menor o mayor en función de cuál sea la intensidad de las molestias.
Cuando el animal responde a la palpación de la zona con una respuesta exagerada podemos tener sospechas de que existe algún problema en el dorso, por lo cual deberemos acudir al veterinario para que valore el alcance y origen de las molestias.
En primer lugar en este tipo de lesiones la valoración de las mismas se realiza “pie a tierra”. El trabajo del especialista consistirá en “paseando a la mano” detectar en qué movimientos (paso, trote y galope) el caballo presenta signos de malestar, que suelen traducirse en cojeras, arrastre de las extremidades, fallos a la hora de cambiar de ritmo, rehuses o dificultades a la hora de realizar giros.
Durante la monta el análisis se centrará en las reacciones del animal a la hora de ponerle la silla y ajustar la cincha, para después pasar a explorar el nivel de rendimiento físico, la mayor o menor capacidad del animal a la hora de realizar determinados movimientos, la pérdida de flexibilidad en los desplazamientos laterales, la negativa a realizar algunos ejercicios, etc.
Por último, las pruebas diagnósticas (radiografías, ecografías y gammagrafías) serán herramientas fundamentales para establecer un diagnóstico final. El tratamiento dependerá del tipo de patología o lesión detectada, pero por regla general los veterinarios suelen recomendar un periodo de descanso que puede ir acompañado de tratamientos farmacológicos y técnicas de fisioterapia, hidroterapia, etc.

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