Las extremidades de los caballos son muy propensas a sufrir lesiones y en ellas probablemente los menudillos sean las articulaciones más frágiles. Estas estructuras articulares son las encargadas de que los caballos puedan estirar y flexionar las patas, además de soportar el peso del animal y de amortiguar las presiones derivadas de los impactos sobre el terreno.

En la estructura anatómica y muscular de los caballos existen zonas especialmente frágiles, fundamentalmente en las patas, que merecen un cuidado especial. Unas de estas estructuras articulares, situadas entre la caña y el esqueleto de los cascos, reciben el nombre de menudillos.
Por su gran movilidad los menudillos son articulaciones muy importantes para los caballos, ya que les permiten flexionar y estirar las patas de forma precisa, controlada y eficiente. Esta circunstancia convierte a los menudillos en articulaciones de alto rendimiento, especialmente cuando se trata de caballos de competición.
Por otro lado, esta articulación también se encarga de soportar buena parte del peso del animal y de absorber la presión y esfuerzos derivados de los impactos de los cascos sobre el terreno, de ahí que sean estructuras muy propensas a sufrir lesiones.
Para prevenirlo los expertos aconsejan realizar un calentamiento adecuado antes de iniciar entrenamientos o actividad física, mantener a los caballos en un peso adecuado con el fin de reducir el nivel de esfuerzo en las extremidades, realizar un buen mantenimiento de los cascos para asegurar unos aplomos correctos y chequeos veterinarios periódicos que permitan detectar problemas de forma temprana.
Anatomía del menudillo
Como sucede en el caso de otras articulaciones los menudillos están formados por un conjunto de estructuras óseas, ligamentos y tendones, que gracias a un trabajo colaborativo aportan estabilidad y flexibilidad.

Desde un punto de vista óseo el menudillo cuenta con el hueso sesamoidal proximal, además de los huesos metatarsianos o metatarsianos dístales (dependiendo de si la extremidad es delantera o trasera) y de las falanges proximales.
Por su parte, los ligamentos tienen la función de evitar movimientos articulares extraños que podrían provocar lesiones, mientras que los tendones flexores y exteriores se encargan de facilitar los movimientos de las patas.
Dependiendo del tipo de actividad o competición (carreras, salto o raids) que realicen los caballos, los distintos elementos que conforman los menudillos pueden estar sometidos a mayores niveles de estrés.
Lesiones más frecuentes
Como hemos comentado los menudillos son estructuras muy frágiles que con frecuencia pueden sufrir distintos tipos de lesiones:

- Inflamación o Desmitis. Se trata de una inflamación de los ligamentos y puede estar originada por traumatismos, sobreesfuerzos o por predisposición genética. Este tipo de lesiones evolucionan con inflamación, aumento de temperatura en la zona afectada y sensibilidad al tacto.
- Artritis. Se trata de un desgaste progresivo de la articulación y suele aparecer en caballos senior o, por el contrario, en ejemplares más jóvenes que han estado expuestos a entrenamientos intensivos prolongados. La sintomatología de la artritis produce dolor crónico y una reducción de la movilidad y de las capacidades de los caballos para la realización de ejercicio.
- Osteocondritis. Esta patología provoca la formación de fragmentos óseos sueltos en el interior de la articulación, originando con ello dolor e inflamación. Aparece con mayor frecuencia en caballos jóvenes y en los casos más severos puede requerir de intervención quirúrgica.
- Tendinitis. Se produce cuando los tendones se inflaman debido a sobrecargas o movimientos bruscos. Si no son tratadas a tiempo este tipo de lesiones pueden acabar incapacitando al caballo e incluso pueden derivar en roturas totales o parciales de los tendones.
Cuál es el tratamiento
Para realizar un diagnóstico es fundamental el examen y palpación de la zona afectada y la realización de distintas pruebas como radiografías, ecografías, resonancias magnéticas y tomografías computerizadas, con el fin de poder valorar el alcance de la lesión.

A partir de ahí será el especialista veterinario el encargado de programar un tratamiento rehabilitador que irá en función del diagnóstico. Las lesiones más leves suelen tratarse con reposo, reducción de la actividad física y aplicación de terapia de calor/frío con el fin de reducir la inflamación y mejorar la circulación.
En los casos más agudos o de artritis crónicas puede recurrirse a los fármacos antiinflamatorios no esteroides con el fin de aliviar el dolor, sumando al tratamiento terapias alternativas (acupuntura, láser, ondas de choque, etc). Finalmente, las actuaciones de tipo quirúrgico se reservan para aquellas lesiones que presentan fractura o desprendimiento de fragmentos óseos.

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