Han pasado más de 70 años de la Segunda Guerra Mundial, pero las historias y anécdotas que surgieron durante el conflicto continúan saliendo a la luz. La última de ellas ha sido la que tiene como protagonista al perro Smoky. Un can que vivió el conflicto y fue partícipe del mismo a través de diferentes sucesos que le convirtieron en uno de los perros de guerra más reconocidos por su valor.
El conflicto bélico que asoló al mundo entre 1939 y 1945 es todavía hoy en día una fuente de historias y anécdotas singulares y ocultos que salen a la luz para sorpresa de los más curiosos. La última de ellas tiene que ver con el que posiblemente sea uno de los perros de guerra más valientes que hayan existido.
Una pequeña Yorkshire Terrier protagonista de varios capítulos significativos que marcaron su vida durante la Segunda Guerra Mundial, y que la convirtieron en una celebridad durante y tras dicho conflicto entre los soldados. Si bien parte de su vida puede contener migajas de leyenda por las numerosas teorías que existen, por ejemplo, sobre su primera aparición, lo cierto es que un grupo de combatientes americanos dieron con el animal en Nueva Guinea un año antes del final del conflicto.
Al no tratarse de un perro japonés o inglés, ya que no seguía ninguna de las órdenes dadas en estos idiomas, fue acogida por uno de los combatientes. Compañera del soldado durante un tiempo, éste acabó vendiéndola finalmente a otro militar llamado William Wynne, que le puso el nombre de Smoky y con el que su vida daría otro vuelco.
Junto al Cabo, nacido en Ohio y militante del Cuerpo Aéreo del Ejército norteamericano, Smoky se convirtió en su más fiel compañero durante el resto de la guerra. Incluso participó con él en vuelos de combate en el Pacífico.
El can demostró estar hecho de otra pasta al soportar las duras condiciones de un conflicto bélico de tales magnitudes, conviviendo en la jungla de Nueva Guinea donde las tiendas de campaña eran el único refugio posible.
Según el propio Wynne, Smoky llevó a cabo hasta 12 misiones de rescate aéreo, vuelos en los que el perro pasó horas y horas con una mochila de soldado colgada para alejar a combatientes enemigos. De sus 12 misiones, le fueron otorgadas nada menos que 8 estrellas de combate y sobrevivió a 150 ataques aéreos y a un tifón en Okinawa.
El adiestramiento aprendido a través de su fiel amigo humano permitió a Smoky ser todo un héroe que sirvió de ayuda a varias unidades militares americanas. De entre la misiones en las que participó con éxito Smoky, Wynne destaca por encima de todas en la que el animal fue enviado para introducirse en una tubería para que así los soldados pudieran establecer la red de comunicación que intentaban cortar los alemanes. Con una cuerda de cometa atada a su collar, el perro avanzó siguiendo el sonido de la voz de su dueño, hasta llegar al final del recorrido.
Una operación heroica a la que se le atribuyó su exitoso desenlace, gracias al que pudieron salvar la vida de 250 soldados y 40 aviones. Más tarde, también pasaría a ejercer como perro de terapia para militares o veteranos heridos, siendo además uno de los primeros dedicado a ello.
En Cleveland, Smoky es inmortalizada mediante una escultura de bronce a tamaño real, en la que figura sentada dentro de un casco de soldado, que sirve de homenaje a su importante papel en la Segunda Guerra Mundial.
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Periodista | Comunicación corporativa y Marketing Digital en TERRÁNEA