Herpesvirus equino, una enfermedad mortal

El herpesvirus equino es una enfermedad con una gran variedad de sintomatologías, lo que hace muy difícil su detección. Es provocada por un virus fácilmente transmisible que puede causar importantes pérdidas en yeguadas y que, además, puede provocar brotes de importante gravedad en eventos deportivos y ferias equinas con consecuencias catastróficas a nivel sanitario y económico.

Herpesvirus equino

El herpesvirus equino (EHV) es una enfermedad muy extendida entre caballos desde hace décadas y que puede resultar mortal si no es correctamente tratada. Provoca una gran variedad de sintomatología que va desde problemas respiratorios hasta abortos, alteraciones nerviosas o problemas oculares.

La familia de los herpesvirus equinos está formada por varios serotipos, cada uno de los cuales provoca una enfermedad. Los que mayor importancia tienen son el herpesvirus equino tipo 1 (EHV-1) y el herpesvirus tipo 4 (EHV-4). Existe también un herpesvirus equino tipo 2 relacionado con problemas oculares como queratoconjuntivitis.

El EHV guarda varias similitudes con virus del herpes humano, entre los que se encuentran la varicela y el herpes labial, y puede mantenerse latente durante años provocando que animales infectados sean un reservorio de la enfermedad sin que tengan que mostrar síntomas. De esta manera, pueden propagar el patógeno entre animales de su recinto e, incluso, de otras instalaciones más alejadas.

El virus se distribuye por todo el mundo, detectándose tanto en animales aparentemente sanos como en animales con signos de la enfermedad. La infección se da en mayor medida en edades tempranas y, como ya hemos comentado, los animales que la superan pueden quedar como portadores. La reactivación puede producirse semanas o años después y suele estar asociada a momentos de inmunosupresión como, por ejemplo, el estrés del transporte o la aparición de otras enfermedades.

Transmisión del virus

Uno de los principales problemas de esta enfermedad es la fácil transmisión que tiene el patógeno. El virus se elimina a través de las secreciones nasales y oculares. El contagio puede producirse por contacto directo entre animales o con sus secreciones, órganos o restos de abortos. Además se han encontrado partículas víricas en los órganos de potros abortados, lo que permite saber que atraviesan la placenta.

Actualmente existe un riesgo alto de contagio en concursos o ferias equinas debido a la contaminación de los vehículos de transporte, utensilios, instalaciones o equipos veterinarios. Además, la cercanía entre animales permite su transmisión por aerosoles.

Síntomas de la enfermedad

Generalmente los cuadros clínicos de herpesvirus comienzan con la inhalación de partículas víricas que infectan la mucosa y el tracto digestivo. Más tarde la infección se extiende por el organismo y aparecen los  síntomas de la enfermedad en los diferentes órganos del animal.

Síntomas del Herpesvirus equino

Existen tres cuadros provocados por el herpesvirus equino. El primero de ellos, y más frecuente, es el cuadro respiratorio. Los animales suelen presentar fiebre, letargia, falta de apetito, aumento del tamaño de los ganglios y secreción nasal y ocular. Puede aparecer rinoneumonitis y queratoconjuntivitis.

El segundo cuadro, con mayor importancia en yeguadas o centros de cría, es el cuadro reproductivo. El virus puede provocar abortos cuando la infección se produce en una hembra gestante aunque ella no presente síntomas (enfermedad silente). Los potros que sobreviven suelen presentar una mayor mortalidad perinatal debido a problemas respiratorios y hepáticos.

Por último, existe un cuadro neurológico denominado mieloencefalopatía por herpesvirus equino (EHM) con una alta mortalidad y que suele provocar ataxia, pérdida de estabilidad, fiebre, debilidad de la cola e incontinencia o dificultad para defecar. Este cuadro está relacionado con una mutación virulenta del serotipo I del herpesvirus equino.

Diagnóstico y tratamiento

La identificación de este virus es complicada debido a la diversidad de cuadros clínicos que aparecen, a que el virus puede no causar síntomas en algunos animales y a que permanece latente incluso en individuos que hayan padecido una enfermedad silente, impidiendo establecer siempre una relación entre la presencia del virus y la enfermedad.

Una de las maneras de detectar la presencia del patógeno es la búsqueda del ADN vírico mediante la realización de pruebas PCR o mediante pruebas de inmunohistoquímica. Estas analíticas pueden realizarse sobre muestras de secreciones pero también se recomienda hacerla en los restos de abortos, órganos de neonatos fallecidos o líquido cefalorraquídeo.

Tratamiento del Herpesvirus equino

No existe un tratamiento específico que elimine el virus. Los tratamientos de las afecciones respiratorias van encaminados a reducir o eliminar los síntomas, es decir, se aplican tratamientos específicos en función de las alteraciones que tenga el animal aunque los tratamientos con antibióticos suelen ayudar a prevenir la aparición de infecciones bacterianas secundarias.

En el caso de la queratoconjuntivitis se deberán aplicar antivirales tópicos como la idoxuridina o trifluridina combinados con antiinflamatorios no esteroideos. También el tratamiento de soporte con fluidos en animales debilitados o un manejo adaptado con sujeción mediante cinchas o camas acolchadas puede mejorar la supervivencia y acelerar la recuperación.

Prevención

Actualmente la vacunación es la única forma de reducir la incidencia de síntomas de la enfermedad, así como de limitar la eliminación del virus. Estudios recientes han demostrado que es necesario vacunar a un mínimo del 80% de los animales para producir una inmunidad grupal adecuada. Existen además planes de vacunación para yeguas gestantes que reducen la aparición de abortos.

Sin embargo, no existe vacunación que prevenga la mutación del EHV-1 productor de la mieloencefalopatía por herpesvirus, por lo que una adecuada desinfección de las instalaciones, vehículos y equipamiento junto con una cuarentena de 14-21 días de los animales nuevos y el aislamiento de los animales afectados o sospechosos sigue siendo imprescindible para el control de la enfermedad.

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