Lo habitual es que un purasangre se haga famoso por sus éxitos en los hipódromos, pero el caso de Haru Urara rompe moldes y sienta un curioso precedente en la historia de las carreras de caballos. Con 113 derrotas y ninguna victoria esta “yegua perdedora” se convirtió en todo un símbolo de resiliencia para millones de japoneses.
Inasequible al desaliento Haru Urara se hizo famosa por no haber ganado en ninguna de las 113 carreras en las que participó, aunque fue precisamente su resistencia en el fracaso la que la convirtió en un símbolo de esperanza para millones de japoneses.
En 2014, después de haberse perdido su pista tras abandonar la competición, Harua Urara fue descubierta viviendo cómodamente en una granja situada a las afueras de Tokio.¿Quién pagaba los gastos de alojamiento? Pues cientos de ciudadanos que habían visto en esta yegua un ejemplo de resiliencia y esperanza.
El triunfo de un fracaso
Desde su debut en 1998 Haru Urara nunca ganó una carrera, pero sin embargo en 2013 consiguió que el modesto e histórico hipódromo japonés de Kochi no cerrara definitivamente. ¿Cómo pudo conseguirlo sin ninguna victoria en su palmarés?
Cuando estaban a punto de ser despedidos los trabajadores del hipódromo decidieron poner en marcha una idea un tanto descabellada: convertir a Haru Urara en su “fracasado ángel” de cuatro patas. Para ello consiguieron implicar a los periódicos de Kochi, que colaboraron desinteresadamente a la hora de extender por todo Japón la historia de superación de la bautizada por la prensa como la “yegua perdedora”.
De esta forma el historial de derrotas de Haru Urara llegó a Tokio, una ciudad donde su persistencia en pos de una victoria que le era esquiva la convirtió en toda una celebridad. Tanto que su fracaso llegó a emocionar a millones de ciudadanos que de forma voluntaria y anónima quisieron colaborar para que aquella yegua siguiera compitiendo o al menos para que sus propietarios no decidieran sacrificarla a la vista de sus malos resultados.
Por otro lado, los boletos con apuestas fallidas a favor de Haru Urara se convirtieron en objeto de deseo para los coleccionistas y en amuletos con los que alejar la mala suerte e invocar la fortuna.
Un ejemplo de resiliencia
La fama de Haru Urara llegó incluso a oídos del primer ministro Junichiro Koizumi, que vio en esta yegua un excelente ejemplo de resiliencia, un valor muy necesario en aquel momento y que podía servir para insuflar entusiasmo y esperanza a un país que comenzaba a salir de la llamada “Década Perdida”, una de las peores crisis económicas de la historia reciente del Japón.
A diario la “yegua perdedora” recibía cientos de cartas de apoyo de ciudadanos japoneses que se declaraban igualmente derrotados pero con ganas de continuar adelante e intentarlo de nuevo, tantas que fue necesario poner a disposición de Harua Urara un equipo de comunicación encargado de gestionar sus relaciones públicas.
Pero lo mejor estaba por llegar, porque por deseo del primer ministro Koizumi se contrató al mejor jockey japonés de la época, Yutaka Take, que no puso ningún problema. ¿Cuál era el objetivo? Conseguir una victoria.
El Día D a la Hora H
La mañana del 22 de marzo de 2004, una fecha elegida concienzudamente por su proximidad a la tradicional fiesta de la floración de los cerezos (Harami), el hipódromo de Kochi estaba a reventar con la presencia de más de 14.000 espectadores llegados desde todo Japón, y que se habían dado cita para empujar a Haru Urara hacia su primera y única victoria.
Ese día las apuestas en Kochi superaron el millón de dólares y la victoria de la “yegua perdedora” se pagaba 1,8 a 1. Teniendo en cuenta que sus mejores resultados habían sido cuatro segundos puestos en seis años, era evidente que los espectadores habían apostado con el corazón.
En el palco de prensa del hipódromo de Kochi se agolpaban periodistas británicos, alemanes, japoneses y norteamericanos, porque la historia de Haru Urara había trascendido fronteras y todo el mundo del “turf” estaba pendiente de lo que pudiera suceder cuando se diera la salida.
Un total de once caballos competían por la victoria y ese día el mayor éxito de Harua Urara fue conseguir llegar en penúltimo lugar, aunque daba igual porque sus fanáticos seguidores obligaron a que yegua y jinete dieran la vuelta de honor, algo que habitualmente estaba reservado a los vencedores.
Lo cierto es que la “yegua perdedora” ayudó a salvar de la ruina al hipódromo de Kochi, llegando en sus siete años en competición a una marca difícilmente superable de 113 derrotas. Años más tarde su historia serviría de guión para el documental “The Shining Star of Loser Everywhere”, algo así como “La estrella que perdió siempre”.
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