Historia de las hélices en automoción: Del “coche avión” a la F-1

Fue en los “felices veinte” del siglo XX cuando el ingeniero Marcel Layat diseñó el primer “coche avión”, un artilugio que estaba propulsado por una enorme hélice frontal y que podía alcanzar los 170 km/h. Debido al ruido que producían las hélices cayeron en el olvido hasta que el “boss” de Brabham, Gordon Murray, las recuperó para los monoplazas BT46 que Lauda y Watson condujeron en el GP de Suecia de 1978.

primer coche avión con hélice

Aunque nos cueste creerlo algunos de los avances tecnológicos que nos descubre el presente tienen sus bases en el pasado y los automóviles movidos por hélices es uno de esos casos.

A comienzos de los años veinte del siglo XX, se cumplen ahora unos cien años, el ingeniero francés Marcel Leyat diseñó el primer coche propulsado por hélices. En aquel momento el invento no funcionó como cabía esperar, pero abrió la posibilidad a que otros inventores siguieran los pasos de Leyat.

Como sucedía en el caso de los primeros vehículos eléctricos, el objetivo de Leyat era desarrollar vehículos que no tuvieran que utilizar combustibles derivados del petróleo y por esta razón dirigió sus esfuerzos a aplicar en el mundo de la automoción los avances que existían en el sector de la aeronáutica.

Un avión de cuatro ruedas

Entre 1913 y 1927 Layat fabricó unas cincuenta unidades del Hélica, un vehículo con forma de avión con cuatro ruedas donde los dos pasajeros iban situados uno detrás de otro. En su parte frontal el Hélica incorporaba una enorme hélice con dos aspas que era la encargada de propulsar este artilugio.

El Hélica montaba un motor de 8 CV que consumía nafta y con un peso de 225 kg rápidamente se convirtió en uno de los “coches” más rápidos del mundo, tanto que en septiembre de 1927 consiguió alcanzar en el circuito de Montlhéry la nada desdeñable velocidad de 170 km/h.

¿Cuál era el problema del Hélica? Pues el mismo de los aviones, que el funcionamiento de la hélice provocaba un nivel de ruido que para los ocupantes del vehículo suponía todo un martirio, de forma que el invento de Layat fue cayendo en el olvido.

coche con hélices

Las hélices llegan a la F-1

Pero como decíamos al comienzo cada cierto tiempo tecnologías del pasado regresan al momento presente, pero esta vez sirviéndose de los beneficios que aportan los nuevos avances y materiales constructivos. Y eso sucedió con las hélices en el mundo de la automoción.

Concretamente fue en la década de los setenta cuando los ingenieros decidieron aplicar la fuerza propulsora de las hélices a los bólidos de la F-1. El objetivo era conseguir los automóviles más rápidos y estables y en esta fiebre por la velocidad en la temporada 1978 debutó en los circuitos el novedoso Brabham BT46B con efecto ventilador.

El invento del “boss” de Brabham, Gordon Murray, tan sólo estuvo en competición una carrera -el GP de Suecia- porque fue tanta su superioridad que los organizadores de la F-1 no dudaron en prohibir su participación en más Grandes Premios. A los mandos de aquellos Brabham BT46B estaban Niki Lauda y John Watson.

Un bestial “efecto suelo”

Los primeros bólidos en descubrir el llamado “efecto suelo” fueron los Lotus de Colin Chapman, que por esta razón dominaron la F-1 durante un par de temporadas. El secreto radicaba en que el “efecto suelo” permitía circular en las curvas a una velocidad superior al del resto de competidores.

las hélices llegaron a la Fórmula 1

Con el fin de contrarrestar la supremacía de Lotus en Brabham comenzaron a trabajar en las hélices traseras, un desarrollo que ya había trabajado el Chaparral 2J, un curioso monoplaza que tomaba parte en competiciones donde casi todo estaba permitido con el único objetivo que ser más rápidos que el resto.

En el caso del Chaparral 2J las hélices traseras generaban un espectacular “efecto suelo” que les permitía ganar a sus rivales dos segundos por vuelta. ¡¡El sueño de la F-1!!

Los Brabham BT46B debutaron en el GP de Suecia de 1978 equipando ventiladores traseros y un poderoso motor Alfa Romeo de doce cilindros en línea.

En aquel momento la FIA no permitía sistemas aerodinámicos móviles, pero los responsables de Brabham argumentaron que en realidad se trataba de refrigeradores del motor, aunque después de los resultados demostrados sobre la pista la utilización de ventiladores traseros fue prohibida.

¿La razón? Que los ventiladores levantaban demasiado polvo en la pista y eso dificultaba la conducción.

Finalmente, las hélices ideadas por Marcel Layat acabarían regresando al mundo de la automoción con el GMA T.50, un prototipo de superdeportivo desarrollado por Gordon Murray que -¡sorpresa!- incorporaba un gran ventilador.

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