Un reciente estudio refleja que en los últimos cincuenta años la población de caballos salvajes ha descendido en Galicia de forma alarmante. De los 22.000 ejemplares contabilizados en los setenta, se ha pasado a los aproximadamente 10.000 caballos de la actualidad. Con ello se han empobrecido los hábitats y los valores rurales, han desaparecido ecosistemas y ha aumentado el riesgo de incendios.
En Galicia la población de caballos salvajes ha descendido más de un 50% en los últimos cincuenta años. Aunque no existen cifras oficiales se trata de una tendencia que ha sido comprobada por los investigadores que estudian estas poblaciones de equinos.
En la última estimación fiable, que data de los años setenta, se contabilizaron en Galicia un total de 22.000 caballos salvajes, una cifra de “bestas” que en la actualidad podría estar en torno a los 10.000 ejemplares.
Por el momento la población de caballos salvajes en Galicia continúa siendo la mayor de toda España, pero los expertos ya han dado la voz de alarma con el objetivo de impedir que estos caballos acaben desapareciendo y con ellos los beneficios ambientales, culturales y socioeconómicos que provocan.
Recientemente, científicos de la Universidad de A Coruña han presentado ante la Comisión Europea un estudio en el que se analizan los valores que los caballos salvajes aportan a Galicia. En este sentido los expertos mantienen la teoría de que la presencia de equinos en el medio salvaje puede ayudar a resolver algunos problemas derivados de la emergencia climática, la despoblación del mundo rural y la crisis de biodiversidad.
Este estudio se ha llevado a cabo en dos áreas geográficas distintas -Serra da Groba (Pontevedra) y Serra do Xistral (norte de Lugo), que representan dos situaciones distintas para la población de caballos salvajes.
La primera es una zona húmeda con brezos y turberas integrada en la Red Natura 2000, donde los equinos son propiedad de ganaderos de vacuno, y la segunda es una zona más cálida y seca donde hay más repoblaciones e incendios, con un fuerte arraigo social entre la población a la hora de marcar a las crías y cortar las crines.
Caballos gestores del entorno
Según este estudio muchas zonas de Galicia donde los caballos salvajes han desaparecido han pasado a ser de uso forestal, lo que provoca una pérdida de hábitats naturales y un mayor riesgo de incendios por la acumulación de madera y todo tipo de combustible vegetal.
Por el contrario, en aquellos ecosistemas en los que todavía habitan las “bestas” se mantienen los hábitats y desciende el riesgo de incendios al alimentarse los caballos de buena parte del material combustible, lo que se traduce en entornos rurales que mantienen sus modos de vida y sus poblaciones.
El citado estudio sostiene que en las áreas pastoreadas por caballos salvajes se produce una reducción en la cantidad de especies arbustivas, en especial del tojo, favoreciendo con ello áreas de pasto y la aparición de distintos tipos de brezo que incrementan la biodiversidad y favorecen unas altas tasas de almacenamiento de carbono.
Por otro lado, las “bestas” constituyen un legado cultural único de gran conexión con la historia de Galicia, su paisaje rural y los valores naturales.
Las causas del descenso
El declive de la población de caballos salvajes en los montes gallegos tiene tres causas. La primera tiene que ver con la despoblación creciente de las áreas rurales donde se crían los equinos; la segunda razón es la disminución del precio de la carne de potro y la tercera tiene que ver con cuestiones relacionadas con la política agraria en la Unión Europea.
Para subsanar los efectos de estas políticas los expertos proponen un cambio en los criterios de conservación del hábitat; cambios en el cálculo de la carga ganadera en las zonas en las que existen caballos salvajes y evitar la transformación de los brezales en eucaliptales o pastizales artificiales.
En opinión de los científicos la mejora de la situación de los caballos salvajes pasa, entre otras cuestiones, por reducir la carga burocrática para los propietarios, que los animales puedan estar en el monte sin necesidad de portar microchip, señalización de tráfico para advertir su presencia, limitación de las explotaciones forestales e incrementar las indemnizaciones por los daños causados por los lobos.
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