En los años ochenta la reserva de Oostvaardersplassen en Países Bajos fue uno de los primeros enclaves europeos donde los caballos pudieron volver a vivir en estado semisalvaje, una experiencia no exenta de polémica pero que ha servido para que aprendamos a gestionar los problemas derivados de la sobrepoblación de animales que suelen producirse en estas áreas.

A pesar de que los caballos nacieron salvajes en un mundo cada vez más colonizado por la civilización humana el control de las poblaciones equinas que todavía sobreviven en estado salvaje o semisalvaje, como sucede en Estados Unidos o Australia, se ha convertido en un problema difícil de resolver.
En este sentido, al norte de Amsterdam -capital de Países Bajos- se extiende la reserva nacional de Oostvaardersplassen, un nombre difícil de pronunciar pero que puede servirnos de ejemplo de cómo desde un punto de vista científico, ético y social es posible gestionar las manadas de caballos en libertad.
En este enclave natural, que de algún modo podría recordarnos a las estepas de Asia central, viven en libertad unos cientos de caballos que hoy pisan un territorio de 5.600 hectáreas que los holandeses le ganaron al mar en el pasado y que desde su creación es uno de los proyectos de renaturalización más polémicos e importantes del país.

Cómo surgió Oostvaardersplassen
Por extraño que pueda parecer en la década de los años ochenta un grupo de biólogos convenció al gobierno holandés de la necesidad de que Países Bajos apostara por la naturaleza, en vez de por el creciente sector industrial y la agricultura intensiva, en los nuevos territorios “robados” al Atlántico.
Esta propuesta comprendía, entre otros proyectos, la creación de Oostvaardersplassen que, además, estaría habitada por especies animales que en algún momento de la prehistoria ocuparon Europa. De esta forma hoy en esta reserva totalmente vallada viven unos 2.400 ciervos de Escocia, 340 toros de Heck llegados desde Alemania y 420 caballos Konik traídos de Polonia.
Como puede observarse por su procedencia ninguna de estas especies puede considerarse autóctona, de ahí parte de la polémica surgida, y en Oostvaardersplassen la vida de sus habitantes transcurre sin que aparentemente exista intervención humana, aunque nada más lejos de la realidad.

Cuándo comienzan los problemas
Con una población tan amplia de herbívoros era cuestión de tiempo que una situación climática adversa acabara provocando un problema de alimento y ese momento se produjo en el invierno de 2017, cuando los pastos de una gran parte de Oostvaardersplassen quedaron bajo el agua. Algo totalmente previsible dado que este territorio se encuentra a cuatro metros por debajo del nivel del mar.
Esta circunstancia dio la razón a quienes criticaban las bases sobre las que se creó la reserva de Oostvaardersplassen, un perímetro totalmente vallado y ausente de depredadores naturales capaces de regular de forma natural una creciente población de herbívoros.
Por esta razón en el invierno de 2018 el gobierno holandés tuvo que actuar trasladando un tercio de los caballos Konik a diferentes reservas animales situadas en España y Bielorrusia, al tiempo que se plantaban más árboles y se estimulaba el crecimiento del carrizo en las zonas encharcadas con el objetivo de reducir el nivel de agua.
Adiós a los caballos salvajes
En 2020 los tribunales dictaminaron que Oostvaardersplassen no es un espacio que pueda considerarse totalmente salvaje y que por lo tanto el gobierno de Países Bajos está obligado a su custodia y gestión. Hoy esta reserva natural también tiene un proyecto similar en el delta que forman los ríos Rhin y Mosa en su desembocadura, donde sobre una superficie de 3.000 hectáreas habitan unos cientos de caballos Konik que comparten territorio con ganado vacuno en estado semisalvaje.

El objetivo de las autoridades holandesas con estos proyectos de renaturalización es frenar el deterioro ambiental de un país que en 1900 había perdido el 40% de sus especies autóctonas de flora y fauna y que un siglo después veía cómo este porcentaje ascendía ya al 85%.
En concreto el papel de los caballos de Konik es mantener la vegetación controlada y a cambio la intervención humana se circunscribe a un adecuado control de las poblaciones en colaboración con Rewilding Europe, una organización naturalista creada en Países Bajos y que cuando es necesario se encarga de trasladar los ejemplares excedentes a otros enclaves.

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