A mediados de los cincuenta el Blue Wonder de Mercedes-Benz sirvió de inspiración al norteamericano Norm Holtkamp, que al otro lado del Atlántico comenzó a desarrollar un vehículo similar: Cheetah Race Transporter. La idea era que el “Guepardo” pudiera trasladar los autos de la Midget Car Racing, pero su alto precio terminó por apagar el fuego de este proyecto.

En 1955 los ingenieros de Mercedes-Benz desarrollaron el Blue Wonder, un pequeño camión con plataforma diseñado con el objetivo de transportar los bólidos de competición 300 SL, las famosas “flechas plateadas”.
Lo cierto es que al otro lado del Atlántico el Blue Wonder levantó alguna que otra envidia y a un tal Norm Holtkamp no se le ocurrió otra cosa que ponerse manos a la obra en la construcción del Cheetah Race Transporter, que de alguna forma puede considerarse el hermano norteamericano del Blue Wonder.
Holtkamp había participado como piloto en la Midget Car Racing, una competición similar a los “speedcars” australianos, incluso había sido responsable de alguna de sus escuderías, y su idea con el “Guepardo” era vender un modo de transporte rápido y seguro a los equipos y pilotos que participaban en este tipo de pruebas.
La locura de la Midget Car Racing
La primera carrera de autos “midget” se celebró en junio de 1933 y a partir de ahí esta competición se fue extendiendo por todo el mundo, especialmente por Australia y Nueva Zelanda. Muchos de los más famosos pilotos de las fórmulas IndyCar y NasCar pasaron antes por la Midget Car Racing.
Los autos en competición suelen pesar unos 410 kg y están equipados con motores de hasta 400 CV, prestaciones que los convierten en muy peligrosos de manejar de ahí que el puesto de conducción esté protegido con una jaula de acero como elemento de seguridad.

Las carreras “midget” suelen ser cortas, no más de 40 kilómetros, y se celebran en pistas de arena y también sobre asfalto, donde se alcanzan velocidades muy altas y donde los vuelcos son frecuentes.
Un poco de todo
Para la construcción del Cheetah Race Transporter su artífice partió del chasis alargado de un Mercedes-Benz 300, del que se conservaron los ejes y el diferencial trasero y al que después fueron sumándose componentes y elementos de distintas procedencias.

Por ejemplo, la suspensión regulable en altura estaba firmada por Porsche y el motor V8 de 4,6 litros y 300 CV de potencia era similar al utilizado por General Motors en los Chevrolet Corvette.
De esta forma el Cheetah -Guepardo- de Holtkamp podía llegar a los 200 km/h, mientras que el Blue Wonder tan sólo podía alcanzar los 190 km/h. Su cabina era la de un pick-up Chevrolet El Camino, mientras que el frontal y la parte trasera procedían de un Chevrolet Corvair y cuando no se encontraban piezas que sirvieran Holtkamp sencillamente las fabricó de manera artesanal.

Proyecto fallido
Cuando finalizó el primer prototipo Cheetah Race Transporter el vehículo costaba la friolera de 16.000 dólares, una auténtica fortuna que hizo que Holtkamp no encontrara clientes dispuestos a gastarse semejante dineral.
Durante tres años el “Guepardo” fue utilizado por el piloto Jack McAfee para transportar su Lotus, hasta que a comienzos de los setenta el Cheetah acabó en manos de un conocido fabricante de piezas para “hot-rods”.
En 1971 un terremoto derribó la techumbre del taller donde se guardaba el Cheetah, aunque afortunadamente el vehículo prácticamente sobrevivió intacto. Tras eso el “Guepardo” permaneció en un garaje hasta que en 2006 fue comprado por el coleccionista Geoff Hacker.

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