Lazlos y Al-Bourak, los caballos árabes que montó Mahoma

Desde Mahoma los caballos árabes tienen un papel protagonista en la religión islámica. Cuenta la historia que en su regreso a La Meca el profeta montó a Lazlos y que en su viaje iniciático de La Meca a Jerusalén, a través de los “siete cielos”, su caballo fue Al-Bourak, una de las cinco yeguas que según asegura la leyenda son el origen de los caballos pura sangre árabes.

El Islam no prohíbe taxativamente que los hombres puedan montar a caballo, un dogma que no es el mismo en el caso de las mujeres, pero los seguidores más ortodoxos de esta religión no ven con buenos ojos la práctica deportiva de la equitación, que incluso se encuentra prohibida en algunos países musulmanes, mientras que las actividades de ocio a caballo preferiblemente deben realizarse en privado.

En líneas generales el mundo musulmán siempre ha sentido un gran amor y pasión por los caballos y de hecho el caballo árabe es una de las razas equinas más y mejor valoradas en el mundo por su belleza, lo que convierte a estos animales en símbolos de una filosofía de vida.

Por otro lado, en la actualidad algunas de las mejores yeguadas de caballos pura sangre tienen su sede en Qatar, Arabia Saudí o Emiratos Árabes, países que son estrictos cumplidores de los preceptos del Islam y que, curiosamente, participan con bastante éxito en todas las competiciones que se celebran a nivel internacional.

Mahoma, un profeta a caballo

Si hacemos caso a la historia antigua debemos creer que el profeta Mahoma comenzó su legendaria peregrinación a La Meca -la famosa Hégira- a lomos de Lazlos, un potro que incluso le acompañó en la batalla de Badr donde el ejército de seguidores de Mahoma se impuso a las tropas que defendían La Meca.

Este caballo había sido un obsequio del gobernador de Egipto después de que Mahoma llegara como refugiado a la ciudad de Medina tras huir precipitadamente de La Meca, donde los más ortodoxos no estaban muy de acuerdo con sus ideas. Montando a Lazlos fue como Mahoma entró victorioso en La Meca.

Caballo alado

Por todas estas razones los historiadores afirman que con Lazlos, cuyo nombre significa “caballo del desierto”, comienza de alguna forma la historia del caballo árabe, puesto que fue la pasión por Lazlos la que llevó a Mahoma a crear una nueva raza equina de caballos ágiles, esbeltos, fuertes y veloces, aunque el impulsor del Islam siempre mantuvo un especial cariño hacia su camello Al Qaswá.

Así nació el caballo árabe

Para crear esta nueva raza equina las leyendas islámicas cuentan que durante siete días -los mismos que de acuerdo con el cristianismo Dios empleó en la Creación- Mahoma encerró a un grupo de cien caballos en un corral que tenía en sus proximidades un pequeño riachuelo al que los animales no podían acudir para saciar su sed.

El objetivo de Mahoma era conseguir caballos muy resistentes, mental y físicamente, capaces de soportar las duras condiciones de vida del desierto. Después de aquellos famosos siete días encerrados los caballos fueron liberados y como es lógico rápidamente y de forma anárquica todos se dirigieron al riachuelo a beber.

Pero antes de que pudieran llegar a la orilla Mahoma se puso frente a ellos y los obligó a detenerse. De aquellos cien caballos tan sólo cinco yeguas obedecieron las órdenes del Profeta y detuvieron su carrera.

De esta forma y según relatan las leyendas serían éstas cinco yeguas el verdadero origen de los caballos de pura sangre árabe.

Los caballos árabes y su relación histórica con Mahoma

A través de los “siete cielos”

Una de esas cinco yeguas era Al-Bourak (que significa estallido de luz fugaz o relámpago) y con ella Mahoma viajó desde La Meca hasta Jerusalén, un viaje nocturno e iniciático relatado en el Corán y donde el Profeta y su cabalgadura atravesaron los llamados “siete cielos” llegando incluso al séptimo de ellos, el máximo nivel de religiosidad para el Islam.

A partir de ese momento y con Al-Bourak convertido en un mitológico animal blanco y alado, el caballo árabe se convierte en protagonista equino de la religión islámica, tanto que Mahoma afirmaba a quién le quisiera escuchar, que “el diablo jamás osará entrar en una tienda o en una vivienda donde habite un caballo árabe”.

Por el contrario, para los más ortodoxos del Islam no fue Mahoma el creador de los caballos árabes, sino el mismísimo Alá, que creó a estos caballos lanzando al viento un puñado de arena del desierto.

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